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Gracias a la increíble capacidad de aprendizaje y de adaptabilidad, el ser humano se ha acoplado a casi todos los climas, (incluso si son laborales). Sin embargo, durante las últimas décadas, la perspectiva global está enfocada en conseguir una economía sustentable y más amigable con el medio ambiente es por ello que más de 70 países se han unido para prometer la neutralidad de sus emisiones de carbono para el año 2050.
Lejos quedaron los recuerdos e ideas de que los recursos con los que contamos eran ilimitados o que bastaba solamente conseguirlos con un proveedor diferente…
La nostalgia de los tiempos que no volverán
Existen los afortunados que aún alcanzaron a visitar destinos de playa sin temor de bañarse en petróleo o en aguas contaminadas con desechos; tuvimos el privilegio de tener más miedo de bucear a correr el riesgo de consumir pescado o mariscos repletos de mercurio.
Encontré langostas enormes en las playas, tal como suena “al alcance de la mano”; disfrutamos el placer de presenciar una arribazón de trescientas a quinientas tortugas en una temporada en alguna playa. Hoy esa playa ahora tiene ese mismo número, pero en habitaciones de hotel.
Nos resulta triste y penoso tener la nostalgia de estos recuerdos, ya que ahora tenemos que lidiar con el intento de enmendar todas estas pérdidas.
Si de viajar hablamos, para nuestros padres y abuelos, en este siglo las condiciones para viajar se han vuelto más confusas e incomprensibles de lo que podemos imaginar.
A veces incluso se requiere apoyo de un niño o un adolescente para que nos explique cómo se utiliza un teléfono inteligente; ni que decir de una tarjeta virtual o realizar compras por internet. Acostumbrados a utilizar billetes y monedas, aunque ya estamos familiarizados con las tarjetas de crédito, su uso no era tan extensivo y necesario como ahora.
En el baúl de los recuerdos quedan los cheques de viajero, al igual que las filas en las taquillas para boletos para espectáculos, boletos para el tren o boletos de avión.
Al día de hoy, nos resulta sorprendente que los envases reciclables estén nuevamente en auge; que los safaris son ahora para fotografiar a los pocos animales que quedan antes de que se extinga su especie; que los hoteles y los automóviles, sean ahora libres de humo.
No concebimos que existan impuestos para “saneamiento ambiental” cuando nosotros crecimos sin darnos cuenta cabal que somos nosotros, el ser humano, el causante directo de estos cambios a favor de la aplicación de energías y recursos menos contaminantes. A la par del desarrollo de la tecnología en general nos encontramos en el umbral de una tercera revolución industrial, sólo que esta vez no se lleva a cabo en grandes fábricas, sino desde una computadora personal en un escritorio.
Que razón tenía mi padre… este es su legado
Estamos los que intentamos asimilar los cambios de estos últimos cincuenta años, así como hay quienes necesitamos del apoyo de alguien más joven para escribir y enviar un correo electrónico. Existimos quienes aún requerimos de hablar con alguien de ser posible, en persona o en su defecto, por teléfono para realizar una cotización de un viaje, comprar boletos de avión, esto sin importar que exista una aplicación o página web.
Los jóvenes de las nuevas generaciones, al parecer nacen ya con una facilidad innata para entender y utilizar los nuevos dispositivos que se encuentran en el mercado y vaya que se agradece, esto también ayuda a crear un vínculo fuerte entre generaciones con decenas de años de diferencia.
En los años ochentas, le pregunté a mi padre si realmente era cierto el dicho “todo tiempo pasado fue mejor” él me respondió: “…no hay mejor tiempo que este que estamos viviendo…”
Mi padre nació en mil novecientos veintiuno y esta es una respuesta que sigue vigente al día de hoy:
NO HAY MEJOR TIEMPO QUE EL PRESENTE aún cuando siendo adultos nos cueste trabajo, dolores de cabeza y a veces una confusión infinita desenvolvernos en este entorno cada vez más computarizado, es bueno estar vivo.