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El siglo de las luces
Por Mauro Jiménez
Hasta hace poco más de cien años, todavía se utilizaban lámparas de aceite, velas y, en ocasiones, los complicados y peligrosos sistemas de gas. Recuerdo que, incluso durante la primera mitad del siglo veinte, se usaban tanto para la iluminación del hogar como para cocinar.
Aunque ya existía la energía eléctrica para consumo doméstico mediante bombillas incandescentes de diversas capacidades en las ciudades, las lámparas de aceite o petróleo (quinqués), así como las estufas de petróleo, seguían en uso.
Irónicamente, los poblados alrededor de las ciudades más importantes podían no contar con carreteras pavimentadas, luz eléctrica, agua potable o alcantarillado, pero, eso sí, hasta el pueblo más pequeño tenía una iglesia, una cantina, pan Bimbo y Coca-Cola en cada mesa.
Existen muchos poblados a los que la única vía de acceso, debido a lo abrupto del terreno donde se ubican, es el tendido de las primeras líneas ferroviarias que se erigieron a finales del siglo diecinueve y principios del siglo veinte.
Gracias al desarrollo de las comunicaciones, fue posible contar con escuelas a distancia. Incluso, gracias a las microondas y a la televisión abierta, a partir de los años sesenta del siglo veinte, fue posible llevar la educación a comunidades rurales.
Hoy en día, la televisión analógica y los focos incandescentes han pasado a formar parte de la historia, ya que han sido reemplazados paulatinamente por focos LED que consumen menos energía, así como por estufas eléctricas o de gas en las cocinas. Incluso, existen modernos sistemas de control por voz, vía remota o mediante inteligencia artificial (IA) para el control de la iluminación y los electrodomésticos en la cocina.
Hace un siglo, nos imaginábamos aún con lámparas de aceite y velas; se cocinaba en estufas de madera o carbón, y pocas casas contaban con un refrigerador, el cual se mantenía frío con barras de hielo.
Hoy, vemos cómo la tecnología, la electricidad y la inteligencia artificial evoluciona a pasos agigantados.
La IA a algunos nos ayuda a desarrollar el intelecto, mientras que a otros les apaga la creatividad y les atrofia las ideas. Todo por desear dominarla sin siquiera tener las bases para comprenderla, entender sus alcances, para qué sirve y cómo aplicarla de forma correcta.
Si bien la tecnología y la IA buscan democratizar el acceso a sus beneficios, aún estamos muy lejos de lograr que algunas comunidades alcancen los niveles de accesibilidad de las ciudades menos avanzadas.
¿Qué podemos hacer si la tecnología avanza más rápido que nuestra capacidad para entenderla?
«Bien/mal», respondió el viejo cuando le pregunté si los tiempos pasados fueron mejores: “…no hay mejor tiempo que el presente…”.